A continuación reproducimos por su interés, un artículo de opinión del Dr. Pedro Cabrera, neumólogo, miembro fundador de la Alianza Médica Contra el Cambio Climático de la OMC y presidente del Colegio de Médicos de Las Palmas, publicado en el portal informativo de la Organización Médica Colegial de España, «Médicos y Pacientes»:
Entre las tragedias que se derivan del cambio climático, entre las más relevantes, si no la más relevante, es la pérdida de la salud humana. Tal es así, que la OMS ha declarado que en las próximas décadas la crisis climática será la mayor amenaza sanitaria. Por ello, el mundo sanitario ha de figurar como un actor principal frente a la conservación del planeta.
En estos momentos, se ciernen más sombras que luces sobre nuestro medioambiente. Es más, es probable que en los próximos años asistamos a un repunte del negacionismo y el retardismo climático. Cada día vamos a encontrar a más reticentes al cambio climático y a más radicales que lo combaten desde el odio. Para ellos, la crisis medioambiental es woke, cosa de progres, y falsa por principios. Y es así, porque para ellos también la ciencia y lo científico es woke y tiene el mismo valor que los comentarios vertidos en la barra del bar. Bajo este sombrío escenario, conviene repensar el activismo científico y el papel de la sociedad civil organizada.
María Neira, directora del Departamento de Medio Ambiente de la Organización Mundial de la Salud, una compatriota de la que sentirse orgullosos, comentaba en la presentación oficial de la Alianza Médica contra el Cambio Climático que hay que comunicar en positivo. Su forma de hacerlo, desde la solvencia profesional, la serenidad y la amabilidad es el camino para concienciar a la sociedad sobre la realidad climática y las amenazas inexorables que se avecinan si no ponemos en marcha, con urgencia, los procesos oportunos de mitigación y resiliencia.
Siempre será más rentable hablar de cuántos infartos, cuántos ictus, cuántos cánceres y cuántas muertes evitamos controlando la temperatura del planeta antes que sembrar un apocalipsis casi inmediato. Y fuera del mundo sanitario, siempre será mejor hablar de cuántos empleos y cuántos negocios pueden generar las energías renovables frente a cuántos destruye la eliminación de los combustibles fósiles.
Cada día se dan en España más de un millón de consejos médicos a los que hay que incorporar el consejo climático que, además, coincide con el consejo en salud. Caminar en vez de usar el coche o consumir alimentos no procesados y de proximidad mejoran la salud y el medioambiente. Cuando la población encuentre a sus médicos tan preocupados con el medioambiente como lo están con el tabaco, o con el colesterol, entenderá el riesgo que supone el cambio climático.
La presión del mundo sanitario no sólo se ha de sentir sobre los individuos, también se ha de ejercer sobre los políticos exigiendo ciudades más saludables, más verdes, más peatonales y con transportes colectivos eficientes y de bajas emisiones.
Pero no solo hay que predicar, hay que dar trigo. Los centros sanitarios y sus instituciones representativas han de constituirse en islas verdes que controlen sus emisiones, sus residuos y sus entornos. Además, la transversalidad es un rasgo definitorio de la defensa del medioambiente y obliga al mundo sanitario a colaborar y asesorar a aquellos otros colectivos ciudadanos comprometidos con la salud del planeta.
Las derivas políticas actuales y la polarización social que fomentan, junto con los grandes intereses de los productores y distribuidores de combustibles fósiles, traen malos tiempos para el clima y los que apuestan por la salud planetaria han de organizarse por sectores con empatía, rigor científico y credibilidad social.