Se puede leer en la tumba de Miguel Hernández:

Aunque bajo la tierra

Mi amante cuerpo esté

Escríbeme a la tierra

Que yo te escribiré.

Eso es lo que voy a hacer, y la respuesta llegará de alguna forma.

El Dr. D. Benito Martínez Grau, «Benito» para sus amigos y compañeros, nació en abril de 1926, cuando la primavera asomaba en la ciudad de Alicante. Se marchó en silencio y con humildad en esta misma ciudad que le vio nacer en septiembre de 2020, tras 94 años de estar entre nosotros.

Escribir sobre la vida y obra de D. Benito es tarea de biógrafos, tarea ardua para quien no tiene formación para ello, ni experiencia, pero sí un deseo de cumplir esta tarea encomendada sobre un personaje de la Urología alicantina, que ejerció durante 32 años, y 45 como médico.

Solo mencionaré unas breves pinceladas sobre su trayectoria profesional como urólogo, pues no le conocí en su faceta de médico de cabecera en la ciudad de Alicante y en la partida de Torrellano, de la que guardaba buenos recuerdos y anécdotas múltiples que nos refería a veces. Recorrió toda la escala médica desde la Medicina Primaria a la Jefatura de Sección del Servicio de Urología en la antigua Residencia Sanitaria de la S.S. «20 de Noviembre» desde 1974 hasta 1996 en que se jubiló.

También daré mi modesta opinión de mi trato con Benito, y unas breves anécdotas de la personalidad humana en su trato con sus pacientes.

Estudió Medicina en la Facultad de San Carlos en Madrid (licenciado en 1952), volviendo a su ciudad natal donde empezó su tarea asistencial como hemos dicho en la Medicina Primaria.

Obtuvo la especialidad de Urología en la Facultad de Medicina de la Universidad de Valencia en 1964, pasando desde entonces a simultanear el ejercicio de la Medicina Familiar ambulatoria en la Seguridad Social con la práctica urológica en su clínica privada. Obtuvo por concurso la plaza de médico adjunto de Urología en el recién creado Servicio Jerarquizado, bajo la dirección de D. Antonio Mira Llinares. Al poco concursó y obtuvo la Jefatura de Sección del mismo servicio, que desempeñó con éxito hasta su jubilación en 1996. Ya en este periodo ejerció su vocación urológica a ‘full time’ como se le exigía por su puesto.

Practicó tanto el ejercicio privado como el público de la Urología, alcanzando una amplia experiencia clínica y quirúrgica, que compartía con sus discípulos en el servicio del que era Jefe de su Sección.

Formó el núcleo inicial de ese Servicio con su buen amigo -y de todos- el Dr. Vicente Ramos Botella, ambos bajo la dirección del Dr. Antonio Mira, maestro de varias generaciones de urólogos, entre los que me encuentro y creó una escuela profesional modélica.

D. Benito dirigió su Sección con sencillez y efectividad, y me honro en ser el primer médico residente que se incorporó a la docencia urológica en ese servicio, junto al Dr. Pelluch Auladell en 1976, obteniendo de D. Benito muy adecuada formación y consejos y formando parte de su Sección ya como médico adjunto a ese Servicio, junto a otros compañeros como el Dr. Pérez Llorca y Dr. Jiménez.

Su labor profesional fue de entrega total hacia sus pacientes, con el sentido práctico en que apoyaba su práctica urológica en todos los ámbitos. Su trato sencillo y próximo se agradecía claramente por familiares y pacientes.

No puedo olvidar que perteneció a la primera generación de urólogos alicantinos como el Dr. Gracian Orts, Dr. Francisco Bellver (padre e hijo), Dr. Tomás Pascual, Dr. Andrés Boldo, Dr. Antonio Brú, y el que refería era el pionero entre ellos el Dr. Sánchez Bordallo.

En su consulta de la calle San Vicente atendió a cientos y cientos de pacientes privados, de los que extrajo una experiencia que transmitía a sus discípulos de su Sección. Me honro en haber sido durante un tiempo ayudante de él en esa tarea. Ayudó a poner las bases de la Urología actual.

Fue un hombre bueno, persona sencilla y afable y de trato próximo.

Se alegró y sufrió con todos nosotros en las múltiples horas de consulta y quirófano que compartió con todos los integrantes de su Sección.

De su vida privada voy a destacar su devoción por su esposa María Teresa, colaboradora en sus largas tardes de consulta. Su pasión por sus cuatro hijos, de los que enorgullecía con frecuencia.

Tuvo una gran pasión: la mar, y practicó todas las artes marineas (navegar y pescar), y su otra gran pasión: la lectura. Su interés por el conocimiento le llevó a matricularse en la universidad para licenciarse en Historia (esto no lo consiguió).

Anécdotas de su práctica profesional muchas… Como pincelada referiré que cuando los familiares de sus pacientes le solicitaban su opinión sobre la evolución diaria de su proceso, nuestro buen Benito respondía con humildad: «Mire Sra., lo de su marido es como lo del Tío Faba…» Cuando le preguntaban cómo se encontraba cada día y respondía: «Como el Tío Faba, igual estic que estaba». El familiar quedaba informado.

En ocasiones, cuando tenía que informar al paciente de qué tratamiento iba a realizar para tratar su tumor vesical extirpable explicaba: «Mire usted, los urólogos somos como los segadores, que donde vemos que crece la mala hierba la segamos de un tajo para que no vuelva a crecer». Esto lo entiende hasta el más lerdo y D. Benito siempre quería ser bien entendido.

Benito, siempre estarás en la memoria de tus hijos, amigos y compañeros y de tus pacientes, algunos de ellos aún te recuerdan.

Benito, allí donde estés… TE ESCRIBO.

DEP BENITO MARTÍNEZ GRAU (1926-2020)

Tu discípulo y siempre amigo

In memoriam

Vicente Belvis Esclapés

Nº Colegiado 2505

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